Antonio Manzanera, el Begoño lorquino, el Koldo que tiene acceso a todo y a todos, al descubierto.
CAPÍTULO PRIMERO
Se ha abierto, una vez más, la Caja de Pandora. Esta vez, provocada por la denuncia que el NO director de la NO Banda Municipal de Lorca, Antonio Manzanera, ha presentado ante los juzgados contra dos miembros de la banda Taller de Música, F.M. y J.M (no me digan que las iniciales no tienen guasa, hablando de música) y un ex miembro de la asesinada Banda Municipal: J.R., cuyas inicales también tienen guasa. Algo positivo tenía que sacar de esta nueva manzanerada, que maldita la gracia que tiene, sobre todo viniendo de este siniestro personaje. De un comunista que vive como un comunista -en su dacha, en la que ya todos sabemos que amplió ilegalmente- y que actúa como un comunista -en su dictadura, con su banda, sus purgas y sus paniaguados-.
Decía el Manzanera en la denuncia presentada, admitida y cursada con rapidez insultante para los que estamos años esperando que se imparta justicia, que se sentía muy ofendido porque lo están «insultando» en las redes sociales (J.R.) y porque lo llamaron «dictador» dos miembros de la banda (a la cara).
No, Manzanera, no. No te insultan. Te califican. Y poco se me figura, porque actúas como lo que eres, y más allá, como ahora veremos. Eres comunista y no lo puedes evitar. Un mindundi de escasa o nula talla que sólo sirves para el pim, pam pum y para tu único y exclusivo beneficio. ¿Cuántos de tu banda están cotizando, son funcionarios nivel A, o tienen una dacha, como tú?
Pues bien, J.R., el único denunciado que ante Su Señoría mantuvo sus palabras, acudió a al menos dos ensayos de la banda del Manzanera. El lugar de ensayo no es ningún sitio sospechoso de nada, y lo paga el sufrido lector de Lorca Digital. Y yo, también. Es la escuela municpal de música, y al ensayo puede entrar quien lo considere oportuno, «hasta cubrir aforo», que diría aquél.
Y el Manzanera, ni corto ni perezoso, para (del verbo parar) el ensayo, sale de la sala y llama a José Antonio Sansegundo, a la sazón comisario jefe de la Policía Local. Y allí que se presentan dos guindillas a sacar del ensayo a J.R. por los santísimos cojones del Manzanera, que le molestaba verle la cara.
No era la primera vez que actuaba así. Previamente, y por aquellas mismas fechas, otros dos guindillas se presentaron en la puerta de la academia municipal de música. Motivo: evitar que un músico de la banda entrara al ensayo. También por sus santísimos cojones y sin cumplir con la ley laboral. No voy a entrar en muchos detalles porque aburriría al personal y no se trata de eso.
Lo del «uso y disfrute» que un comunista hace de los cuerpos policiales a su servicio personalísimo no debería producir estupor, porque es lo que hacen los de la casta del Manzanera a diario. También lo hacían los de la casta de Hitler, salvando las distancias, claro. Ya quisiera. Digo que ya quisiera llegar a cabo -aunque sea cabo rojo-, como Hitler. El estupor viene en el momento en el que los guindillas se apostan en la puerta de la academia «esperando a un negro». A un negro, sin comillas, que iba a incorporarse a un ensayo, que forma parte de su obligación y de su trabajo. Del trabajo del negro, digo. Porque ese negro es trabajador de una empresa que se llama Taller de música, como ya va sabiendo y aprendiendo el lector. Porque tiene unas obligaciones para con su empleador, y porque tiene unos derechos que ningún guindilla le puede hurtar, por muy guindilla que sea.
¡Qué cosas tiene mi novio!
Otro día, más y mejor
P.S. En un lugar del que no quiero acordarme, un guindilla me denunció por llamarlo guindilla. Algo muy similar al dictador que no quiere que lo llamen dictador. O comunista, que lo mismo da. Me defendí yo solico (ventajas de haber estudiado Derecho) y, a pesar de la feroz actitud de la Paca la fiscala de turno por «insultar» a su colegui, archivaron aquella «gilpollez». Que será lo mismo que pase en Lorca si existiera Justicia. Que igual va a ser que no. Veremos la «ferocidad» del informe de la Paca, tan en su papel ella. Casi tanto como servidor… Si existiere, lo diré.
FRANCISCO J. ÁLVAREZ-FAJARDO, escribidor y pro guindillas. Que se lo digan a Valle Inclán y al famoso guindilla de Luces de Bohemia. Capaz era el guindilla de denunciarlo también. Por suerte (para Valle) es que el guindilla no sabía de su existencia… Repito: guindilla, por si alguien se mosquea y me quiere denunciar por replicar al gran Valle Inclán. ¡Qué malafollá tenía! Valle, digo.