Reproduzco el «parte de guerra» de Juan Antonio Fernández contra la «pedánea» de San Lázaro. Dice tal que así:
La alcaldesa pedánea de San Lázaro, elegida por designación directa de Fulgencio Gil el pasado 25 de octubre de 2023, ha compartido en sus redes sociales una imagen para conmemorar el aniversario del 1 de abril de 1939, fecha en la que el dictador Francisco Franco firmó el último parte de la Guerra Civil española
El secretario de Memoria Histórica de la Agrupación Socialista lorquina, Juan Antonio Fernández ha exigido la dimisión de la actual alcaldesa pedánea del Partido Popular del barrio de San Lázaro por publicar una imagen en sus redes sociales con contenido que exalta la figura del dictador Francisco Franco.
“El Alcalde de Lorca, Fulgencio Gil está tardando en cesar a su Alcaldesa pedánea de San Lázaro, designada por éste el pasado 25 de febrero, pues es inasumible que una representante municipal exhiba públicamente contenido con el que se enaltece el franquismo”, ha apuntado.
Fuentes socialistas aseguran que la Alcaldesa del barrio de San Lázaro publicaba en una red social contenido en el que se conmemora el aniversario del 1 de abril de 1939, fecha en la que el dictador Francisco Franco firmó el último parte de la Guerra Civil española.
“Este hecho contraviene de forma clara y manifiesta la Ley de Memoria Democrática, pues estamos ante un hecho con el que no sólo se rememora la peor etapa de nuestra historia reciente sino que se exalta la figura del General Franco y supone una gravísima ofensa hacia las víctimas y sus familiares”, ha sentenciado.
La «pedánea»
La presunta pedánea es Isabel Navarro-Soto Algaba, de la familia de «los Casianos». Presunta, porque no he encontrado de entre los pedáneos de Lorca a nadie así llamada. Sí existe, en cambio, una «alcaldesa de barrio» con ese nombre y apellidos.
Consultado el nomenclátor de pedanías de Lorca, la de San Lázaro no existe. Fuentes municipales aseguran: «La Isa celebra lo que le sale del ****»
La efeméride de hoy
Hoy, primero de abril de 2004, se celebra el LXXXV aniversario (85º aniversario para los no inciados en números romanos) del fin de la guerra civil, iniciada en 1934 por el Partido Socialista Obrero Español y sus socios comunistas y anarquistas de todo pelaje.
Hoy es un día que hay que celebrar. El parte de guerra del Cuartel General del Generalísimo (ahora Corredera…) supuso la mayor alegría que los españoles de bien, aquella «gente de orden» que lo esperaba desde hacía casi tres años, pudo recibir: la magnífica noticia del fin de la guerra. Nada más y nada menos. ¿Puede haber mayor motivo de celebración?
Los perdedores de la guerra querían, a toda costa, alargar el sufrimiento de millones de españoles, convencidos de que el encadenamiento de la guerra española y la mundial, que se sabía que se avecinaba, les benefiaciaría en la «victoria final».
No fue así. La guerra acabó cuando el último bastión que resistió a las embestidas del ejercito nacional, cayó. Era el antiguo destacamento de la marina de La Algameca, en Cartagena, rescatado por el desgobierno rojo para refugiar buena parte del «tesoro artístico» que ellos mismos habían expoliado.
El primero de abril de 1939, un hermano del capitán que estaba al frente del destacamento, entregó las llaves de los polvorines a las tropas nacionales una vez tuvo conocimento fehaciente de que aquel capitán, lorquino, concejal del Ayuntamiento de Lorca por IZQUIERDA REPUBLICANA y último militar del bando rojo con mando en plaza. El nombre de aquel capitán que, rifle en mano, rechazó a tiros a los asesinos rojos llegados de Molins de Rey, evitando la entrada en el propio Consistorio, donde, entre otros, se custodiaba la imagen del Cristo Resucitado, que ayer procesionó en San Patricio, jamás ha salido de boca alguna de los «historiadores» lorquinos. Se llamaba AMBROSIO MORA PARRA. Era mi abuelo.
¿Seré yo también sospechoso de «vulnerar» la ley de desmemoria? ¡A mamarla! De tontunas ya está bien.
Por cierto, ese «rojo» salvó la vida de, entre otros, el presbítero Emilio García, a quien pusieron una calle en su memoria. Memoria de nada porque nada reseñable hizo, salvo hacer su trabajo -cobrando- y ayudar a Eliodoro Puche a trasladar los libros de bautismos, entierros y matrimonios de San Mateo al Palacio de Guevara al inicio de la guerra.
Quien lo salvó duerme el sueño de los justos en la sacramental de San Clemente. Su nombre aparece en la lápida del nicho donde lo enterraron. Es la única lápida donde aparece su nombre. No fue digno de aparecer en la de ninguna otra, ni de calle, ni de plaza, ni de callejón. Repito: el último militar republicano de una guerra que ha olvidado a los verdaderos protagonistas.
Otro día, más.
FRANCISCO J ÁLVAREZ-FAJARDO, nieto, recordador y escribidor